Categorías
Sin categoría

El bienestar como prioridad

Cuando llegué a la empresa de María, nada indicaba que aquel día iba a ser diferente a los anteriores. Ella y yo llevamos seis años trabajando juntas, definiendo anualmente su estrategia y objetivos. Nos reunimos dos veces al mes. Y cuando hemos terminado el trabajo, me veo con todo su equipo. 

Cualquiera definiría a María como una persona energética, luchadora, con carácter y super involucrada y motivada con su empresa. También es inconformista. Su proyecto está en el sector de los servicios turísticos y lleva 18 años dirigiéndolo. Hace siete, experimentaron un crecimiento muy acelerado y la empresa pasó de siete a 32 trabajadores, por lo que tuvieron que cambiar de oficinas. Ahí fue cuando María decidió contratarme.

Ni que decir tiene que María ha superado todo tipo de vicisitudes, incluida una pandemia, manteniendo intactos tanto la estructura como el personal. Su resiliencia ha sido cultivada durante años.

Pero aquel día María era otra. Nada más verla supe que algo no iba bien. Y cuando entramos en la sala donde solemos reunirnos, arrancó a llorar. Entre sollozos me explicó que se sentía totalmente desmotivada, sin energía ni ganas de ir a trabajar. Incapaz de tomar decisiones. Como si una burbuja de desánimo y dudas se hubiera instalado en su mente. Lo que antes veía claro, ahora parecía no tener sentido. Se cuestionaba todo. No descansaba durante las horas de sueño y se sentía agotada.

Omito, por privacidad, el nombre y sector de la empresa de María. Pero me estoy encontrando con casos como el suyo muy a menudo, entre personas que ocupan puestos de responsabilidad y que requieren mucha dedicación y energía. Cualquiera de nosotros puede ser, de hecho, una María: tú, yo, tu jefe/a, tu colaborador/a, tu amigo/a emprender/a… 

Y es ahí cuando digo, con ironía, que me hace gracia el modo con el que se habla de salud mental y bienestar en las grandes corporaciones. Especialmente, aquellas que cuentan con grandes planes implantados desde Recursos Humanos. Lo irónico es que la finalidad de esos planes es que la productividad de las personas siga incrementando, claro.

¿Es eso realmente preocupación por las personas? Lamentablemente, no lo creo. Más bien pienso que, en muchas ocasiones, esas iniciativas se construyen única y exclusivamente desde la preocupación por la cuenta de resultados.  

Mi punto de vista es justo el contrario: el bienestar no es una consecuencia, sino una prioridad. No es una opción, es una necesidad. Si no estamos bien, está claro que no podremos aportar todo nuestro talento. Y si no estamos bien, ¿qué condiciones estamos creando en las empresas para que el bienestar de las personas sea posible? 

A María, al igual que a tantos otros, también le/nos llegó el momento. Según la OMS, el 25% de la población mundial tendrá un problema de salud mental a lo largo de su vida. Y, según la Confederación de Salud Mental de España, entre el 11% y el 27% de los problemas de salud mental se atribuyen a las condiciones laborales. Por ello, me he animado a compartir contigo lector o lectora, una serie de buenas prácticas para cuidar de nuestra salud mental.

¿Por dónde empezar a cuidar nuestra salud mental?

1) Empieza por ti

Suena a tópico, pero no nos queda otra. Somos los protagonistas de nuestras vidas, pero en muchas ocasiones nos tratamos a nosotros mismos como a los extras de la película. Gozar de buena salud requiere cultivarla, cuidarnos. No podemos vivir de las ‘rentas’ de nuestra genética o de la juventud. La energía no es infinita y, si sometemos a una máquina a más presión de la que puede admitir, termina rompiéndose. El cuerpo humano es muy sofisticado, pero si no le damos lo que necesita, y en sus dosis adecuadas, acabará por descompensarse. En consecuencia, aparecerá la enfermedad. No esperes a que tu cuerpo, o tu mente, ponga el freno de mano a tu vida. Eres protagonista.

No voy a darte aquí una lección de buenos hábitos personales. Todos sabemos, a grandes rasgos, lo más importante: horas de sueño, gestión del estrés, alimentación saludable, relaciones sociales positivas, deporte, etc. Si consultas en Google encontrarás muchas recomendaciones sobre todo esto.

Si ves que no puedes tú solo/a, pide ayuda a profesionales. En algún momento, todos somos María. Pero sobre todo cuídate. No te dejes para lo último. Si inviertes en ti, en estar bien, dispondrás de la energía necesaria para todo lo que complementa tu vida. 

2) Protégete del entorno “nocivo” 

Sé que la narrativa imperante va de algo así como: “tú puedes con todo”. Pero no, no podemos. E igual que no podemos con todo, nuestro entorno influye, y mucho, en nosotros. Las personas y las situaciones de nuestro entorno influyen en nuestros pensamientos, en nuestro estado de ánimo, en nuestro humor y, por supuesto, en nuestra salud.

Si detectas que algo o alguien no te hace bien, busca estrategias para cuidarte y protegerte de ese entorno. 

La palabra bienestar es curiosa: si la separamos es, “bien” “estar”, es decir, estar bien donde estás. Esforzarnos por mantenernos donde no estemos bien nos puede costar la salud.  

3) Apóyate en tu equipo

María podía hacerlo, porque llevaba años construyendo y cuidando al equipo. Ahora le tocaba a ella pedir ayuda, apoyarse en ellos/as, como antes también hicieron otros. Y, como no podía ser de otra manera, su equipo respondió. 

Cuánto nos queda aún por desterrar de nuestra cultura dominante la imagen del todopoderoso hombre invencible y de la superwoman de los negocios. Cuánto hay que diluir, todavía, el mito de que “un buen profesional nunca falla”; cuánto daño nos hacen las creencias sobre aquello que se puede o no se puede ser o hacer en un entorno profesional… Cuánto, lo del “aquí se viene a trabajar”.

Un entorno laboral sano crea las condiciones necesarias para que podamos expresar nuestros momentos de vulnerabilidad. Mostrar vulnerabilidad es compartir nuestras preocupaciones, errores y miedos sin temor a ser juzgados o criticados. Y, además, en otros, genera confianza.

Piénsalo… ¿en quién sueles confiar más? En alguien que se muestra como invencible, que puede con todo y que no necesita ayuda de nadie? ¿O en alguien que conoce sus límites y sabe expresarlos para que no haya sorpresas? Somos humanos y conectamos con la humanidad que hay en cada uno de nosotros. 

4) Rodéate de personas y actividades que te nutran

¿Qué tal si hacemos más de eso que necesitamos hacer en cada momento? No hay excusas, al menos no a medio y a largo plazo. Quizá ahora mismo no puedas porque debas mover o cambiar demasiadas cosas en tu vida. De acuerdo. Pero si ahora no es posible, trázate un plan, con pequeños pasos, repetidos, porque pequeños pasos hacen que uno ande caminos y llegue a destinos diferentes. 

Decía Ortega y Gasset: “yo soy yo y mis circunstancias”. Si eso es cierto, entonces cambiar tus circunstancias también te cambiará a ti. Cada persona a su ritmo, sin comparaciones. Pero no dejes que tus circunstancias de hoy te conviertan en una persona que no quieres ser mañana. 

Quizá sea momento de aprender más sobre aquello que te apasiona; de conocer a personas que para ti sean interesantes. No lo sé. Dime tú, ¿qué te nutre? Sí ya lo tienes, adelante: haz más de eso. Si aún no lo has encontrado: prueba y error. No estoy hablando de inventar la rueda. Para uno eso que le apasiona puede ser leer, para otro practicar algún deporte, para el de más allá, escuchar música… Todo vale.

A veces estas cuatro ideas pueden parecer obvias. En mi experiencia te diré que tendemos a olvidarlos. Pero siguen siendo válidos. Espero que te hayan servido como recordatorio. Y ahora que estamos cambiando de año, que te sirvan para que en 2024, tu bienestar sea tu prioridad.